Pronto la tuna se les quedó pequeña a los citados, que
dieron un paso adelante y decidieron constituirse como grupo musical, en 1953.
El nombre: Trío Iberia. El objetivo: sumarse al boom de los boleros, tan de
moda en aquellos años gracias al éxito de Los Panchos. Acudían allí donde les
llamaban, en fiestas de pueblos, casinos, etc., siempre desbordantes de
entusiasmo. Cantaban Alma, corazón y vida, Lo dudo, Historia de un amor...
Era aquella una época de gran efervescencia musical. Los
grupos surgían y desaparecían con notable frecuencia. Los Amigos del Arte
organizaban todos los años un festival que servía de punto de encuentro para
muchos de aquellos conjuntos. Las eliminatorias se celebraban en el Olimpia, en
la avenida de San Ignacio, donde hoy se encuentra el cine Carlos III, y la
final, en el Teatro Gayarre. Allí fue donde Zabalza, García y Huarte escucharon
cantar por primera vez a un tenor de Cintruénigo cuya voz les impresionó:
Enrique Abad. También acudió al concurso la formación Los Melódicos, con
Enrique Los Arcos al acordeón, al que también conocían de la tuna.
A finales de 1953, los componentes del Trío Iberia
decidieron dar un giro a su trayectoria. Una decisión que resultaría de una
importancia capital para la posterior trayectoria de Los Iruña´ko. Josecho,
Joaquín y Alberto habían comentado en muchas ocasiones que la música que se
escuchaba en las calles en Sanfermines -himnos de las peñas, estampas, etc.- no
se había grabado, y que merecía la pena hacer un esfuerzo para escribirla,
arreglarla y documentarla. La etapa de los boleros había pasado, y el Trío
Iberia decidió dedicarse en cuerpo y alma a esta nueva tarea.
Muy pronto se dieron cuenta de que les faltaba algo
fundamental: un acordeonista. Y pensaron que el más adecuado era aquel chaval
de Los Melódicos al que habían disfrutado escuchando en el Olimpia, y con el
que compartieron algunas juergas en la tuna universitaria. Ni que decir tiene
que Enrique Los Arcos aceptó encantado. Por aquel entonces tenía veinte años, y
acumulaba una cierta experiencia en el mundo de la música, eso sí, siempre como
aficionado. Se inició en el grupo Los Nocturnos, con 16 años, y allí comprobó
el sabor del directo, siempre dentro de los límites de Navarra y ante reducidos
auditorios. También le sirvió para darse cuenta de que le gustaba, y mucho, el
mundo de la música. Por eso dio un salto adelante y pasó a formar parte de otro
grupo, Los Melódicos, de mayor calidad que el anterior. En ese grupo estaban
Santamaría (luego sustituido por Aguirre), Elorz, Osés y Los Arcos. Tocaban
siempre canciones de folclore local, y fue precisamente escuchando a este grupo
cuando a Joaquín Zabalza se le iluminó la bombilla de que si querían triunfar no
se podían limitar a cantar boleros de Los Panchos, y de que el folclore navarro
no estaba grabado y había que hacerlo. No era fácil salir adelante en un
momento en el que la profusión de grupos musicales era muy grande, y Los
Melódicos, como muchos otros conjuntos, se fue difuminando por la falta de
contratos y, en definitiva, de dinero para poder seguir actuando. En ese
momento le llegó a Enrique Los Arcos la propuesta para pasar a formar parte de
Los Iruña´ko. Daba comienzo así una nueva etapa del grupo, que pasaba a
convertirse en un cuarteto, todavía con Josecho García, pero aún sin Enrique
Abad ni Iñaki Astondoa.
Los dos primeros años del grupo (1954-55) estuvieron
dedicados a la investigación, a los arreglos y a los ensayos. Los cuatro
jóvenes fueron arreglando los himnos de las peñas y otras piezas sanfermineras.
Hablaron en infinidad de ocasiones con el maestro Turrillas -autor del 90% de
los temas-, que puso a su disposición todas las partituras. Una vez realizado
ese trabajo, el grupo disponía ya del repertorio adecuado como para dar su
primer concierto basado en la música sanferminera y el folclore navarro. Fue el
que tuvo lugar en Alcoz y que tanto impresionó a Fermín Orzanco. Animados por
tan buena acogida, ofrecieron varios recitales más, siempre ante pequeños
grupos de espectadores.
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